Biografía del Autor
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El Pincel Mágico de Antonio Madrid

”Mi arte es la continuación de mi espíritu”
Antonio Madrid

La pintura, como decía Paul Klee, no reproduce lo visible, hace visible”, saca a la luz aspectos de la vida nunca antes observados por el ojo humano. Es un fenómeno sensible que el pintor puede transformar en arte. No existen más reglas que aquellas que potencian la libertad como medio de expresar lo íntimo, lo profundo, lo que va más allá de nosotros mismos que nos gobierna y nos da sentido.

Así es Antonio Madrid,
Pintor comprometido con su actividad creadora, que saca su obra de sus sentiemientos más íntimos. Es una obra que duele, que murmura, que agrede, que interroga, pero que nunca pierde su amplia sonrisa de niño. El pintor dice que reinterpreta elementos de los grandes maestros universales como Chagall o Miró, que utilizaron este tipo de figuras elementales, casi ingenuas, simplemente porque “la vida es así”, porque la fuente de la magia es el espíritu que se funde con el dibujo para ser encauzado y darle el puesto que se merece en el intelecto y el corazón de cada uno.

Nace en la ciudad de Colón en 1949 y en 1956, a la temprana edad de siete años, gana su primer concurso en primaria del que dice: “lo recuerdo muy bien, me regalaron un libro y un juego de témperas; había pintado al libertador Simón Bolívar en el Chimborazo”.

Ha sido galardonado con varios premios en México, España y Estados Unidos, y ha expuesto su obra en diferentes países tanto latinoamericanos como europeos.

El talento, innato, del Maestro Madrid, fue cultivado concienzudamente pasando desde la Escuela de Bellas Artes, (lo que le permite exponer a los dieciséis años junto a sus compañeros y a los veinte años realizar su primera exposición individual), hasta perfeccionar su estilo en la Real Académia de San Fernando de la Universidad Camplutense de Madrid, donde obtiene el título de profesor de Artes Plásticas, Maestría en Grabado Calcográfico y en Pintura Mural.

En la actualidad es catedrático de dibujo, pintura y diseño gráfico en la Universidad Santa María La Antigua y en la Universidad de Panamá. Sus obras han sido expuestas en Panamá, España, Nicaragua, Estados Unidos, Costa Rica, El Salvador, Argentina y Francia. Recibió el Segundo Premio de la Bienal de Buenos Aires, 1971; Primera Mención Honorífica (Plástica Anaula), México, 1972; Primer Premio de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad en Madrid, 1975; Primera Mención de Honor de Grabado en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid, 1975; Primera Mención Honorífica, Arte sobre papel, Panarte, 1978; Tercer Premio del Concurso Colgate Palmolive, Panamá, 1979; Mención de Honor, Arte Gulf, Panamá, 1980; Primer Premio del Segundo Concurso Colgate Palmolive, 1980; y el Tercer Premio de Pintura en el Primer Concurso Nacional de Pintura.

Podríamos hablar de una cantidad excepcional de premios, menciones, intervenciones y propuestas del pintor panameño, tanto en su país de origen como en el extranjero, pero es preferible centrarnos en su obra, ejemplo plasmado en color ante cuya presencia sobran las palabras.

Obra que muchas veces resulta compleja y difícil de comprender; tal vez sea porque Antonio Madrid trata de trasmitirnos una emoción en estado puro, antes de que sea elaborada y corregida por el intelecto. Trata de probar que la sensación es la experiencia auténtica que no está viciada por prejuicios y convenciones.
Considera que su estilo tiene tres influencias fundamentales que son el realismo, el surrealismo y el abstraccionismo, pero su búsqueda se centra principalmente en aquello que le es propio, es decir, en lo autóctono panameño, que no es sino una mezcla de elementos afroantillanos, indígenas y anglosajones, aspectos que impregnan no sólo la obra de Madrid, sino la cultura panameña en general.


DEL PINCEL, LAS PINCELADAS
“La pintura existe porque nuestro lenguaje es imperfecto”
María Carballeda.

La imagen precede al verbo, es plasmación de pensamientos que no pudieron alcanzar las palabras. La imagen nos mira a la cara y nos cuestiona, no descansa y quién observa y se sienta frente a ella se enfrenta a sí mismo y a su mundo, provoca sensaciones, recuerdos, conmueve y consuela… la obra de Madrid captura al buen receptor de los estético. Las formas en sus manos se tornan como una magia, se van descubriendo y nos van desconcertando, a veces con una cadencia melódica y a veces de forma abrupta.

Su obra hechiza, enamora, sugiere, comunica y en la mayoría de los casos nos habla de los vacíos y plenitudes del pintor.

Desde muy temprano su mundo sensible lo lleva a ser discípulo del arte abstracto, en una búsqueda de ser él mismo: “En el abstraccionismo encuentra más juego y más dominio, puesto que goza de grandes recuerdos para familiarizarse o para interpretar una obra… saturo y agoto todas las posibilidades improvisando con criterio y formalizando mis propias leyes”.

Su mundo pictórico está enmarañado en sueños y anhelos que se enmarcan dentro de la formalidad clásica y académica, potenciando el dibujo, según él, base de la pintura, y desdeñando la abstracción en el sentido puro de la palabra. Siempre nos deja ver algún elemento aunque sea míninamente reconocible que nos guía en ese viaje de nuestra mirada a lo largo del lienzo y que de alguna manera nos da pistas sobre lo representado.

Y es que Madrid parece haberse dado cuenta de que el arte necesita cierta “falsedad”, cierta alteración de la realidad, y aunque parezca que el público exige a gritos la mayor fidelidad posible de la naturaleza, luego resulta que, en el fondo, no le gusta dicha fidelidad, sino que prefiere una barnizada capa de irrealidad que haga que la vida parezca más llevadera.

Pero su pintura da un salto cualitativo en 1977 cuando comienza su etapa conocida como expresionismo social, siendo esta etapa acoerde e influenciada por la corriente expresionista europea de principios del siglo XX y que se caracterizaba porque su origen común es su tendencia anti-impresionista que se genera en el interior del Impresionismo. Literalmente, expresion es lo contrario de impresión. La impresión es un movimiento que va de exterior al interior. La expresión es un movimiento contrario, que va del interior al exterior: es el sujeto quien se imprime a sí mismo en el objeto resaltando la emocionalidad, lo comunicativo, oponiéndose no sólo a la academia, sinó también a esos valores lúmínicos, ambientales, que había promovido el impresionismo.

Pero lo que buscaban era provocar el choque, el impacto emocional… Intentaban provocar con su pintura unas sensaciones en el ojo, parecidas a las del sonido, cuando éste se hace intolerable al oído. Las imágenes chirreantes, duras, son como un desagradable sonido con un efecto insoportable.

A estos pintores les repugna la falta de principios y de compromisos del arte de su época, y rechazaban las estéticas en las que se habían formado (modernismo, impresionismo), tomando una actitud de optimismo y pasión en el arte y la vida.

Surge contra el arte de su época, poero va más allá. Hay detrás un sentido de recuperación de las raíces culturales de la tradición alemana. En cierto sentido es un arte nacionalista que, por otra parte está despertando en toda Alemania y que de algún modo nos ayuda a comprender la obra de Antonio Madrid ya que influyó para que lograse encontrar su personalidad artística, descubriendo que hay un arte panameño posible, pero ha de inverntarse y que lo que sirve para los Vanguardistas europeos habla de un mundo que le es ajeno y ahora necesita, más que nunca, encontrar uno propio. Así se va naciendo el estilo Madrid, a base de estudio, reflexión, pasión y esfuerzo.

Este tipo de pintura que se desarrolla hasta los años 80, se caracteriza por ser un arte comunicante y comunicativo, de sus pinceles salen nuevos elementos en busca de una maduración, nuevos elementos que se yuxtaponen a su concepción de lo abstracto, sobresaliendo los símbolos de la nacionalidad y llenando sus telas de claves familiares y signos oníricos en una danza de colores hábilmente combinados.

En este momento sus influencias más notables fueron: Alfredo Sinclair y Juan Manuel Cedeño, por parte de sus maestros panameños; de España, encontramos la influencia de los maestros Juan Barjona y Manuel Millares; con éstos últimos afirma su personalidad abstracta de raíces mágicas y con Antonio Tápies, el catalán de relieves gruesos, grises y terrosos, el arañado y el rascado, los signos y las impresiones los grandes espacios vacíos, con leves formas en los bordes del cuadro de gran valor textural, y de inspieración alusiva a grandes espacios cerrados.

También podemos hablar de la influencia de Fernado Zobel, el manilense de tendencia abstracta con grandes influencias orientales, tanto en la caligrafía como en su orden interno; y de Rafael Canogar, un talento que le indicó el camino de regreso de la pura abstracción a un realismo mediatizado por la imaginación.

En esa línea podríamos hablar también del chileno Roberto Matta, printo surrealista con el que intercambia criterios plásticos y Fernando Szylszlo, pintor peruano con el que madura sus pensamientos y su estilo.

A partir de entonces, su obra cobra autonomía y empieza a explicarse y a justificarse por sí sola. Sus cuadros comienzan a ser gestaciones dialécticas de un tiempo congelado que se reencarna y reengendra, cuando el expectador recibe imágenes y ritmos de la pintura y es convoca en ese tiempo flotante que regresa.

Sus obras nos remiten a otro espacio, nos comunican consigo mismo. En ellas se inventa y se descubre a través de su obra, organizada en el mismo seno de la experiencia sensible.

Podríamos hablar de cinco períodos en la evolución de su obra.

- Período clásico – académico:(1970-1974) este es un período de formación, en el que estudio las figuras al natural y el movimiento. Conoce las técnicas del color, las formas y descubre los trozos superpuestos que dejará entrever posteriormente.

- Período expresionista - social :(1977) encontramos, en esta fase, mayor vehemencia en la dicción, así como distorsión en las formas y colores que se vuelven más vivos, acordes con las características de expresionismo europeo. Las composiciones son movidas, de trazos nerviosos a las que añade empastes y texturas, lo cual ponía de manifiesto la expresión ideológica del artista.

- Período abstracto: (1970-1982) es tal vez su período más abarcador y el que nunca abandonó del todo. En estas obras, realizadas a base de manchas y texturizados, los colores se contraponen con fuerza y las formas armonizan con anarquías y fragmentaciones.

- Período abstracto - Figurativo: (1983-1988) es su etapa de manduración donde se combina todos los elementos – manchas, líneas, caligrafías de contenido precolombino – pero sobre todo, desarrolla su estilo a base de elementos de su propia identidad, de sus raíces. Combina elementos abstractos y figurativos dándoles fuerza expresiva.

Encontramos, ahora, algunos de sus signos más personales como son las famosas cabezas zoomórficas inspiradas en cerámicas y monolitos hallados en Coclé y que hacen alusión a animales tan diversos como son peces, iguanas, tortugas, culebras y aves. Estas cabezas son un canto a la naturaleza, madre de la vida, cuyo instinto llevaba a nuestros ancestros a preservarla como fuente inagotable de creación.

Son estos elementos los signos de su sistema lingüístico personal, sin olvidar aquellos otros que forman parte de sus contenidos poéticos tradicionales.

- Período abstracto – mágico: Es el actual, y en el que todavía está trabajando. Después de un arduo y largo camino en esa búsqueda de un estilo propio, lo encontró cuando pasa de lo abstracto a lo figurativo, eliminando la imagen figurativa tradicional y la concepción naturalista del espacio para darle pleno apoyo a la sensación que vincula al sujeto con el objeto. Queda el espacio sin personas ni cosas: un esapcio que ya no es teórico sino empírico; que se percibe como una sustancia colorista – luminosa exapndida y vibrante. En la década de los ochenta, encuenta cierto alivio en su búsqueda, pues al lograr el estilo y los recursos que lo identifican, de algún modo había inventado su propio lenguaje; el lenguaje de Antonio Madrid.

Pero, si consiguió ese estilo personalísimo que lo caracteriza, es porque supo crear un lenguaje individual, universal, sin olvidar sus propias raíces, aquello que le era más cercano y más querido, o como él mismo dice: “pinto mi patio, mis costumbres, mi gente y ahí me voy a quedar hasta ver qué pasa”.

Hay en su obra una buena dosis de erotismo inconsciente, propio de un artista capaz de volcarse por entero a su obra, que no prescinde de lo más auténtico de su responsabilidad al fin de no empobrecer sus facultades creadoras.

También lo escuchamos hablar de ese cuadro soñado que tiene todo pintor y que nunca llega, siempre hay algo que queda por decir, por concluir, por inventar, y que logra, después de tantos éxitos, que Antonio Madrid vuelva a pintar.

María Carballeda